Ecología
entendida como «sistema universal de convivencia», como «casa
común que es este mundo mal distribuido, mal gobernado y mal
construido». Para Placer, el sistema de libre mercado que ahora se
tambalea significa «libre acumulación de medios de producción,
libre contratación y despido, libre atribución de los beneficios a
la empresa, libre mercado, libre utilización de los recursos de la
naturaleza».
La
preocupación es enorme para quienes han labrado su enriquecimiento
en la especulación.
Sin
embargo, la crisis de fondo está en la globalización neoliberal que
se desarrolla y crece apoyada en el poder del mercado libre, de las
empresas multinacionales y en el incremento del capital para unos
pocos como objetivo prioritario. Estos mecanismos de enriquecimiento
de una minoría siguen acrecentando la gran crisis de la población
mundial que genera hambre, pobreza y miseria.
Pero
en realidad la crisis no es sólo económica. Se trata de una radical
crisis ecológica, es decir, del sistema universal de convivencia, de
la casa común que es este mundo mal distribuido, mal gobernado y mal
construido. En efecto, «eco-logía» significa, etimológicamente,
reflexión sobre la casa. Y esta casa no es sólo el entorno
ambiental. Se refiere sobre todo al ordenamiento de las relaciones
entre personas, pueblos, estados. Incluye y se basa en una visión de
mundo. De la ecología depende la «eco-nomía» que son las leyes
monetarias y mercantiles que se dictan para controlarla y
administrarla. Por eso nosotros defendemos la “eco-simía” como
modelo de intercambio en que prevalece la cooperación y la solución
de nuestras necesidades reales.
La
auténtica crisis no está, por tanto, en esos papeles monetarios,
sino en la manera de ver y pensar el mundo. Y esa visión del mundo
la dicta ese mismo capital que impone un pensamiento único, donde
todo se entiende y tiene un lenguaje mercantil. Personas y tierras
somos mercancía que se compra y se vende. Por eso ante la crisis
bursátil de estos días, la denuncia fundamental no se refiere a los
especuladores y traficantes del capital, sino a un mundo pensado
desde parámetros falsos e inhumanos con el que aquéllos trafican.
Así lo vienen denunciando los Foros Sociales Mundiales.
¿Alternativas?
La Economía Ecológica.
La
verdadera alternativa comienza entonces por un cambio de mentalidad
ecológica. No sólo ambiental, sino sobre todo social y mundial que
nos haga ver la posibilidad y necesidad de un nuevo tipo de
relaciones humanas solidarias, autodeterminadas, interdependientes.
El centro del mundo no son el dinero y los que lo poseen. Pero
tampoco somos cada individuo. El hombre no es el centro del mundo
(¡error antropocéntrico!), sino que todo está interrelacionado.
Las desigualdades basadas en conceptos de superioridad e inferioridad
son antiecológicas. Somos diferentes, pero profundamente
complementarios entre personas, pueblos y con la naturaleza. Nos une
un ineludible vínculo de vida compartida. Destruir o someter a
intereses egoístas cualquier dimensión, sea humana, de todos los
seres vivos o de los recursos, es un atentado al planeta en su
totalidad.
Esta
visión del mundo, de la tierra, de quienes la habitamos es la única
auténticamente ética que nos obliga desde el respeto y la práctica
de todos los derechos con la humanidad y con la naturaleza. Donde
cada pueblo, con su identidad reconocida, pueda decidir con libertad
su destino y su estatus desde criterios solidarios.
La
crisis del capital y del mercado son una grave advertencia, para
quienes quieran entenderlas, ahondando en las causas reales de un
mundo en crisis provocada por ese mismo capital que ahora intenta
resarcirse con el sacrifico de todos en una descomunal operación
económica de rescate para mantener su imperio. Recuperar el sentido
y praxis ecológicas hoy en un mundo dominado, explotado y arruinado
por una ideología egoísta y excluyente, significa compartir la
tierra y sus bienes con equidad. Esta mesa compartida en la casa
común es el signo más convincente y eficaz de una ecología
liberadora, el trabajo más profundamente humano, la mejor y más
radical respuesta humanizadora a la crisis.
1
Inicialmente de Félix Placer.
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