miércoles, 26 de marzo de 2014

Crisis económica, crisis ecológica1

Ecología entendida como «sistema universal de convivencia», como «casa común que es este mundo mal distribuido, mal gobernado y mal construido». Para Placer, el sistema de libre mercado que ahora se tambalea significa «libre acumulación de medios de producción, libre contratación y despido, libre atribución de los beneficios a la empresa, libre mercado, libre utilización de los recursos de la naturaleza».
La preocupación es enorme para quienes han labrado su enriquecimiento en la especulación.
Sin embargo, la crisis de fondo está en la globalización neoliberal que se desarrolla y crece apoyada en el poder del mercado libre, de las empresas multinacionales y en el incremento del capital para unos pocos como objetivo prioritario. Estos mecanismos de enriquecimiento de una minoría siguen acrecentando la gran crisis de la población mundial que genera hambre, pobreza y miseria.
Pero en realidad la crisis no es sólo económica. Se trata de una radical crisis ecológica, es decir, del sistema universal de convivencia, de la casa común que es este mundo mal distribuido, mal gobernado y mal construido. En efecto, «eco-logía» significa, etimológicamente, reflexión sobre la casa. Y esta casa no es sólo el entorno ambiental. Se refiere sobre todo al ordenamiento de las relaciones entre personas, pueblos, estados. Incluye y se basa en una visión de mundo. De la ecología depende la «eco-nomía» que son las leyes monetarias y mercantiles que se dictan para controlarla y administrarla. Por eso nosotros defendemos la “eco-simía” como modelo de intercambio en que prevalece la cooperación y la solución de nuestras necesidades reales.
La auténtica crisis no está, por tanto, en esos papeles monetarios, sino en la manera de ver y pensar el mundo. Y esa visión del mundo la dicta ese mismo capital que impone un pensamiento único, donde todo se entiende y tiene un lenguaje mercantil. Personas y tierras somos mercancía que se compra y se vende. Por eso ante la crisis bursátil de estos días, la denuncia fundamental no se refiere a los especuladores y traficantes del capital, sino a un mundo pensado desde parámetros falsos e inhumanos con el que aquéllos trafican. Así lo vienen denunciando los Foros Sociales Mundiales.
¿Alternativas? La Economía Ecológica.
La verdadera alternativa comienza entonces por un cambio de mentalidad ecológica. No sólo ambiental, sino sobre todo social y mundial que nos haga ver la posibilidad y necesidad de un nuevo tipo de relaciones humanas solidarias, autodeterminadas, interdependientes. El centro del mundo no son el dinero y los que lo poseen. Pero tampoco somos cada individuo. El hombre no es el centro del mundo (¡error antropocéntrico!), sino que todo está interrelacionado. Las desigualdades basadas en conceptos de superioridad e inferioridad son antiecológicas. Somos diferentes, pero profundamente complementarios entre personas, pueblos y con la naturaleza. Nos une un ineludible vínculo de vida compartida. Destruir o someter a intereses egoístas cualquier dimensión, sea humana, de todos los seres vivos o de los recursos, es un atentado al planeta en su totalidad.
Esta visión del mundo, de la tierra, de quienes la habitamos es la única auténticamente ética que nos obliga desde el respeto y la práctica de todos los derechos con la humanidad y con la naturaleza. Donde cada pueblo, con su identidad reconocida, pueda decidir con libertad su destino y su estatus desde criterios solidarios.
La crisis del capital y del mercado son una grave advertencia, para quienes quieran entenderlas, ahondando en las causas reales de un mundo en crisis provocada por ese mismo capital que ahora intenta resarcirse con el sacrifico de todos en una descomunal operación económica de rescate para mantener su imperio. Recuperar el sentido y praxis ecológicas hoy en un mundo dominado, explotado y arruinado por una ideología egoísta y excluyente, significa compartir la tierra y sus bienes con equidad. Esta mesa compartida en la casa común es el signo más convincente y eficaz de una ecología liberadora, el trabajo más profundamente humano, la mejor y más radical respuesta humanizadora a la crisis.
1 Inicialmente de Félix Placer.

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