Todos
tenemos en algún momento de nuestras vidas la experiencia de
sentirnos plenamente comprendidos por otro, a veces es suficiente una
mirada o un gesto cómplice, pero ¿sabemos hacerlo de forma
consciente?
Hay
personas que tienen buenas habilidades para hacer esto, generalmente
son esas personas a las que todo el mundo les cuenta lo que les pasa,
¿qué hay en lo que estás personas hacen que nos hace sentir bien
cuando les contamos nuestros problemas y sentimientos? Veamos que
ingredientes hay en la comprensión de los demás:
ESCUCHAR
Uno
de los elementos más importantes es escuchar al otro. Desde luego
que a menos que seamos sordos podríamos decir que esto es algo que
todos podemos hacer ya que todos tenemos dos orejas y el área
cerebral donde se recibe la información auditiva, en cierta medida
es así pero ¿es lo mismo oír que escuchar profunda y
verdaderamente? Nos sentimos escuchados cuando nos sentimos
entendidos y eso pasa por que el otro entiende no solo lo que decimos
con palabras si no la parte emocional y no verbal que va implícita
en toda comunicación. Lo que dice nuestro cuerpo y nuestro tono de
voz mientras contamos que nos caímos en clase de gimnasia o que el
jefe nos echó la bronca delante del resto del personal aunque en
nuestras palabras no digamos lo humillados que nos hizo sentir esto.
¿Cuáles
son las claves para escuchar bien?
A
la buena escucha le llamamos escucha activa y esto es captar
el sentido más profundo de las palabras, es decir, el significado
que se esconde detrás de las mismas y ese significado es el de las
emociones.
Escuchar
verdaderamente es uno de los mejores reconocimientos que una persona
puede dar a otra, tiene que ver con centrarse en el lenguaje verbal y
no verbal, sin elaborar hipótesis o juicios a cerca de los que nos
va a decir, si actuó bien o mal en la situación, el consejo que le
vamos a dar en cuanto termine de contar la historia y el caso es que
a veces ya tenemos claro lo que le vamos a decir aún antes de que
termine de hablar. Es escuchar recogiendo lo que la persona cuenta y
de vez en cuando mostrarle lo que estamos entendiendo para ver si
estamos captando el fondo. De esta manera la persona siente que
estamos atentos e interesados en la comprensión profunda de lo que
cuenta y de su vivencia.
Tiene
que ver con otras dos habilidades la empatía y la aceptación de las
que vamos a hablar ahora.
TENER
EMPATÍA
Muchas
veces creemos que estamos comportándonos de forma empática cuando
en realidad no es así. La empatía no es solo entender al otro, es
tener la capacidad de ponernos en su piel, en su vivencia emocional y
tratar de ver las cosas desde su perspectiva captando como puede ser
vivido por el otro teniendo en cuenta su realidad vital.
Para
tener empatía y comprensión no es necesario haber pasado por la
misma experiencia, si no ser capaces de captar lo que significa para
la personas que lo ha vivido. Por lo tanto tampoco es una condición
necesaria para la empatía que a nosotros también nos hubiese
afectado lo que el otro nos cuenta de habernos pasado. Pongo un
ejemplo para facilitar la comprensión de lo que quiero mostrar.
Imaginemos que llega una amiga y me cuenta que ha ido a patinar y que
mientras estaba en la pista rodeada de gente se ha caído y se ha
sentido terriblemente abochornada. Puede que esta experiencia que ha
tenido mi amiga de haberme pasado a mi fuese un motivo de risa y algo
sin importancia que contar a los amigos, sin embargo para ella es
algo emocionalmente doloroso y una experiencia humillante pero eso no
impide que pueda tener una acercamiento emocional a su experiencia y
entender que eso haya sido vivido como abochornante.
Afortunadamente
esta es una capacitad que todos tenemos en mayor o menor medida y que
siempre se puede desarrollar y mejorar. Es una capacidad que
aprendemos en el seno de la familia a través de la experiencia de
ser comprendidos y aceptados con nuestras emociones y experiencias.
NO
MINIMIZAR EL PROBLEMA DEL OTRO
Cuándo
alguien nos cuenta que está viviendo algo doloroso decirle cosas
como “no te preocupes”, “eso no tiene importancia”, “ya se
pasará” generalmente tienen el efecto contrario al que se desea,
la persona se siente más dolida porque no es escuchada y comprendida
en lo que le pasa. En lugar de darle el espacio para que diga como se
siente y como vive el hecho tratamos de calmarla tapándole la boca y
diciéndole que ya se le pasará.
Es
verdad que habrá personas con más dolor en el mundo, o que hayan
tenido vidas más duras y problemas más complejos pero eso no quita
que el dolor propio duela y que necesitemos apoyo, escucha y
presencia de las personas importantes que nos rodean.
En
palabras de Arnold Wesker: “el corazón tiene sus dolores privados:
ni siquiera todas las grandes causas buenas de este mundo pueden
impedir que llore por un amor perdido”.
PRESENCIA
Y ACEPTACIÓN
A
veces no empeñamos en dar consejos y decir al otro que es lo que
debe hacer, que haríamos nosotros o lo que nos paso en determinada
circunstancia similar. Esto en algunos casos está bien siempre y
cuando sea lo que la persona necesita y esta es la mejor clave para
ayudar al otro. Indagar que es lo que necesita en ese momento y
tratar de proporcionárselo si está en nuestra mano. Otras veces
decirle que ha de hacer hace que se sienta incomprendida o se enoje
porque no estamos sintonizados a lo que precisa en ese momento.
Todos
tenemos la experiencia de necesitar tan solo la presencia del otro,
saber que está ahí, que nos entiende, que nos apoya y que sigue
apreciándonos como somos. Esto es a veces lo más importante y lo
único que precisamos del otro cuando nos sentimos mal. Que este ahí
y que nos acepte con nuestra vivencia y emociones.
A
TENER EN CUENTA
Escucha
lo que te dice y necesita la persona que está buscando apoyo en ti,
es muy probable que no sea un consejo si no que simplemente le
aceptes y estés emocionalmente con ella.
Empieza
a observar que haces cuando alguien te cuenta algo y piensa como
podrías mostrar mejor al otro que le comprendes.
Si
esto es difícil para ti no te preocupes, hacer cosas nuevas al
principio cuesta más pero es cuestión de práctica.
Autora:Iria
Salvador| Psicóloga ALECES, Instituto de desarrollo Humano
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