domingo, 27 de marzo de 2016

EL SER HUMANO, ¿ES VIOLENTO POR NATURALEZA O POR CULPA DE LA SOCIEDAD?

Se ha debatido si las personas somos por naturaleza propensos a la violencia, siendo la sociedad quien inhibe sus impulsos, tal como sostenía Hobbes, por ejemplo. O por el contrario, tal como sostenía Rousseau, somos por naturaleza pacíficos, pero es la sociedad la que nos corrompe y transforma paulatinamente en seres violentos.
En la actualidad muchos piensan que las personas somos violentas por naturaleza y que cuando esa violencia aflora al exterior es porque hemos superado los mecanismos que tenemos y que hemos aprendido a través de nuestra educación para controlarla. Esta forma de pensar es peligrosa porque justifica las reacciones violentas como algo que llevamos en nuestros genes y que, claro, algunas veces se puede escapar al dominio de nuestra voluntad. Es decir, con este axioma, todos y todas somos violentos y es la educación la que hace que controlemos más o menos esos impulsos. NADA MÁS INCIERTO. Justo todo lo contrario. Se puede aprender para el amor o para la violencia. Por tanto, la violencia no es algo que esté en nuestros genes, sino una opción que está en nuestras manos el ejercerla o no.
Aparentemente vivimos en un mundo dominado por la violencia: bocinazos en los atracos de tránsito, insultos en espectáculos deportivos, peleas en bares y discotecas y agravios de todo tipo. Y aunque muchos atribuyen este clima a las nuevas tecnologías o a las exigencias del mundo actual, un grupo de expertos de la Universidad de Barcelona aseguran que el ser humano es agresivo por naturaleza, aunque sus niveles de violencia pueden ser controlados si se canalizan de forma correcta.
Hay otros que consideramos que la agresividad es una de las “mil y una” formas de responder a estímulos internos y/o externos. Depende de las circunstancias para que tenga continuidad o no. La agresividad no es una tendencia biológica innata que forma parte del instinto de supervivencia y que compartiríamos con el resto de los animales.
La violencia preconcebida es propia de los humanos, una suerte de agresividad consciente que se relaciona con el poder creativo. El hombre aprende que siendo agresivo puede llegar a conseguir determinados objetivos, quién apela a su imaginación y capacidad para lograrlo.
Algunos chimpancés pueden llegar a ser muy violentos, especialmente si son machos. Pero el hecho de que sólo algunos son agresivos, es algo que la ciencia no ha llegado a entender completamente. Muchos científicos consideran que si los chimpancés, nuestros parientes evolutivos más cercanos, son agresivos por naturaleza, no hay razón por la que el ser humano no lo sea...
Entonces, ¿qué pasa con los otros primates y con nuestros antepasados fósiles? ¿qué hay de nuestras comparaciones evolutivas? Sabemos que el chimpancé común puede ser altamente agresivo, pero en sus especies hermanas, el bonobo, la agresividad es algo muy inusual; y ambos están relacionados con los humanos igualmente. Entre los primates, la violencia letal entre especies es algo inusual, y no ocurre a gran escala. Tampoco existe un patrón dominante o consistente de agresión masculina vinculada al éxito en el apareamiento. Aunque la agresividad es importante en la vida social de los monos y los simios (como en la de los humanos) no es lo que dirige los sistemas sociales.
En nuestros registros de fósiles humanos y en la arqueología no hay pruebas de agresiones intensas ni guerras hasta la historia más reciente, y se asocia con la aparición de las poblaciones fijas, la agricultura y la estratificación social. Las mayores desigualdades sociales y los sistemas económicos y políticos complejos están relacionados con el aumento de tipos de agresividad y violencia en las sociedades humanas. Curiosamente, estos escenarios también parecen estar conectados con relaciones pacíficas más complejas y extensas entre las personas.
La Historia que nos enseñan y normalmente aprendemos está llena de violencia; todo, o casi todo, son: batallas, guerras, luchas, conquistas. Muchos de los grandes personajes que nos hacen estudiar, casi todos hombres, lo son por el poder que atesoraron a través del ejercicio de la violencia. Podríamos decir que la Historia que conocemos está llena de sangre y que da la sensación de que el uso de la violencia es imprescindible para llegar a ser un gran personaje. También hoy en día las noticias se tiñen de rojo. Los distintos medios de comunicación destacan la violencia en sus titulares, dándonos la sensación de que no es posible un mundo sin violencia, no ya porque no haya condiciones para ello, sino porque violencia y mundo van siempre unidos. OTRA GRAN MENTIRA tras la que se esconden intereses filosóficos de determinadas personas y grupos.
Porque si abrimos bien los ojos veremos que por cada acto de la vida cotidiana, de posibles agravios, hay millones de actos de amor y armonía que buscan estar bien con los que le rodean. Por cada puñetazo hay millones de miradas tiernas, por cada insulto millones de caricias y por cada agresión millones de besos. Lo triste es que una sola bala sea noticia y no lo sean los millones de miradas tiernas, de caricias y de besos. El mundo, la humanidad no ha sobrevivido gracias a los belicosos personajes que nos remarcan en la Historia y que hoy en día inundan los titulares de los medios de comunicación. NO. Estos son los enemigos de la humanidad, los que hacen peligrar nuestra supervivencia, la minoría que impone su criterio.
La búsqueda de la Armonía es lo que nos ha permitido avanzar como colectivo, aunque en el camino de esa búsqueda haya significado diferentes interpretaciones, según las diferentes perspectivas, intereses y por lo tanto conflictos y enfrentamientos, en donde la agresividad y hasta la violencia predeterminada han sido y son herramientas que determinados seres humanos utilizan.
El mundo, la humanidad ha sobrevivido gracias a la ternura, a las caricias, a los besos, a los abrazos, a los actos de solidaridad y de justicia. Y el mundo, si consigue sobrevivir y seguir siendo humanidad y no desaparecer, lo logrará a base de amor. Somos seres que necesitamos del cariño de las otras personas para crecer y vivir. Somos seres portadores de ternura porque estamos hechos de amor. Así que no pienses nunca que si eres violento es porque lo llevas dentro. Nada más falso.
Si los humanos hubiesemos evolucionado como agresores, tendríamos que hablar de la agresividad como un rasgo formado por los procesos evolutivos. También debería haber evidencia de que los seres humanos se basan regularmente en la agresión (sobre otros tipos de comportamiento) para lograr ciertos objetivos.
En los humanos, no existen patrones consistentes de comportamiento agresivo que origine que los hombres tengan más éxito con las mujeres o de superación frente a otros hombres, a pesar de que, a veces, la violencia si puede jugar un papel.
Según los científicos, ni siquiera forma parte de nuestro sistema fisiológico, no hay ninguna parte de nuestro cuerpo que se haya ido adaptando especialmente en nuestra evolución para la agresividad. Aunque sabemos que hay ciertas partes en el cerebro (amígdala, hipotálamo, corteza prefrontal) que al interactuar con ciertos neurotransmisores (serotonina, monoamino oxidasa) y algunas hormonas esteroides (testosterona, etc.) pueden producir un comportamiento agresivo, también vemos que tampoco en el cerebro existe un sistema neurológico específico diseñado para la violencia.
Toda expresión agresiva, está ligada a un comportamiento altamente contextual, ligado a lo cultural.
Como grupo social LA ARMONÍA es nuestra tendencia natural. Todos pretendemos llevarnos bien con nuestros congéneres. Desde los primates a los humanos más civilizados.
Si los humanos hubiésemos evolucionado como agresores natos, si el uso de la violencia fuera una parte esencial de nuestra naturaleza, entonces la agresividad debería ser algo (un rasgo) que pudiera identificarse y modelarse en los procesos evolutivos. También debería haber pruebas de que los humanos (y nuestros parientes primates) se valen a menudo de la agresividad, por encima de otros tipos de comportamiento, para conseguir el apareamiento y otros éxitos sociales.

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