Se
ha debatido si las personas somos por naturaleza propensos a la
violencia, siendo la sociedad quien inhibe sus impulsos, tal como
sostenía Hobbes, por ejemplo. O por el contrario, tal como sostenía
Rousseau, somos por naturaleza pacíficos, pero es la sociedad la que
nos corrompe y transforma paulatinamente en seres violentos.
En
la actualidad muchos piensan que las personas somos violentas por
naturaleza y que cuando esa violencia aflora al exterior es porque
hemos superado los mecanismos que tenemos y que hemos aprendido a
través de nuestra educación para controlarla. Esta forma de pensar
es peligrosa porque justifica las reacciones violentas como algo que
llevamos en nuestros genes y que, claro, algunas veces se puede
escapar al dominio de nuestra voluntad. Es decir, con este axioma,
todos y todas somos violentos y es la educación la que hace que
controlemos más o menos esos impulsos. NADA MÁS INCIERTO. Justo
todo lo contrario. Se puede aprender para el amor o para la
violencia. Por tanto, la violencia no es algo que esté en nuestros
genes, sino una opción que está en nuestras manos el ejercerla o
no.
Aparentemente
vivimos en un mundo dominado por la violencia: bocinazos en los
atracos de tránsito, insultos en espectáculos deportivos, peleas en
bares y discotecas y agravios de todo tipo. Y aunque muchos atribuyen
este clima a las nuevas tecnologías o a las exigencias del mundo
actual, un grupo de expertos de la Universidad de Barcelona aseguran
que el ser humano es agresivo por naturaleza, aunque sus niveles de
violencia pueden ser controlados si se canalizan de forma correcta.
Hay
otros que consideramos que la agresividad es una de las “mil y una”
formas de responder a estímulos internos y/o externos. Depende de
las circunstancias para que tenga continuidad o no. La agresividad no
es una tendencia biológica innata que forma parte del instinto de
supervivencia y que compartiríamos con el resto de los animales.
La
violencia preconcebida es propia de los humanos, una suerte de
agresividad consciente que se relaciona con el poder creativo. El
hombre aprende que siendo agresivo puede llegar a conseguir
determinados objetivos, quién apela a su imaginación y capacidad
para lograrlo.
Algunos
chimpancés pueden llegar a ser muy violentos, especialmente si son
machos. Pero el hecho de que sólo algunos son agresivos, es algo que
la ciencia no ha llegado a entender completamente. Muchos científicos
consideran que si los chimpancés, nuestros parientes evolutivos más
cercanos, son agresivos por naturaleza, no hay razón por la que el
ser humano no lo sea...
Entonces,
¿qué pasa con los otros primates y con nuestros antepasados
fósiles? ¿qué hay de nuestras comparaciones evolutivas? Sabemos
que el chimpancé común puede ser altamente agresivo, pero en sus
especies hermanas, el bonobo, la agresividad es algo muy inusual; y
ambos están relacionados con los humanos igualmente. Entre los
primates, la violencia letal entre especies es algo inusual, y no
ocurre a gran escala. Tampoco existe un patrón dominante o
consistente de agresión masculina vinculada al éxito en el
apareamiento. Aunque la agresividad es importante en la vida social
de los monos y los simios (como en la de los humanos) no es lo que
dirige los sistemas sociales.
En
nuestros registros de fósiles humanos y en la arqueología no hay
pruebas de agresiones intensas ni guerras hasta la historia más
reciente, y se asocia con la aparición de las poblaciones fijas, la
agricultura y la estratificación social. Las mayores desigualdades
sociales y los sistemas económicos y políticos complejos están
relacionados con el aumento de tipos de agresividad y violencia en
las sociedades humanas. Curiosamente, estos escenarios también
parecen estar conectados con relaciones pacíficas más complejas y
extensas entre las personas.
La
Historia que nos enseñan y normalmente aprendemos está llena de
violencia; todo, o casi todo, son: batallas, guerras, luchas,
conquistas. Muchos de los grandes personajes que nos hacen estudiar,
casi todos hombres, lo son por el poder que atesoraron a través del
ejercicio de la violencia. Podríamos decir que la Historia que
conocemos está llena de sangre y que da la sensación de que el uso
de la violencia es imprescindible para llegar a ser un gran
personaje. También hoy en día las noticias se tiñen de rojo. Los
distintos medios de comunicación destacan la violencia en sus
titulares, dándonos la sensación de que no es posible un mundo sin
violencia, no ya porque no haya condiciones para ello, sino porque
violencia y mundo van siempre unidos. OTRA GRAN MENTIRA tras la que
se esconden intereses filosóficos de determinadas personas y grupos.
Porque
si abrimos bien los ojos veremos que por cada acto de la vida
cotidiana, de posibles agravios, hay millones de actos de amor y
armonía que buscan estar bien con los que le rodean. Por cada
puñetazo hay millones de miradas tiernas, por cada insulto millones
de caricias y por cada agresión millones de besos. Lo triste es que
una sola bala sea noticia y no lo sean los millones de miradas
tiernas, de caricias y de besos. El mundo, la humanidad no ha
sobrevivido gracias a los belicosos personajes que nos remarcan en la
Historia y que hoy en día inundan los titulares de los medios de
comunicación. NO. Estos son los enemigos de la humanidad, los que
hacen peligrar nuestra supervivencia, la minoría que impone su
criterio.
La
búsqueda de la Armonía es lo que nos ha permitido avanzar como
colectivo, aunque en el camino de esa búsqueda haya significado
diferentes interpretaciones, según las diferentes perspectivas,
intereses y por lo tanto conflictos y enfrentamientos, en donde la
agresividad y hasta la violencia predeterminada han sido y son
herramientas que determinados seres humanos utilizan.
El
mundo, la humanidad ha sobrevivido gracias a la ternura, a las
caricias, a los besos, a los abrazos, a los actos de solidaridad y de
justicia. Y el mundo, si consigue sobrevivir y seguir siendo
humanidad y no desaparecer, lo logrará a base de amor. Somos seres
que necesitamos del cariño de las otras personas para crecer y
vivir. Somos seres portadores de ternura porque estamos hechos de
amor. Así que no pienses nunca que si eres violento es porque lo
llevas dentro. Nada más falso.
Si
los humanos hubiesemos evolucionado como agresores, tendríamos que
hablar de la agresividad como un rasgo formado por los procesos
evolutivos. También debería haber evidencia de que los seres
humanos se basan regularmente en la agresión (sobre otros tipos de
comportamiento) para lograr ciertos objetivos.
En
los humanos, no existen patrones consistentes de comportamiento
agresivo que origine que los hombres tengan más éxito con las
mujeres o de superación frente a otros hombres, a pesar de que, a
veces, la violencia si puede jugar un papel.
Según
los científicos, ni siquiera forma parte de nuestro sistema
fisiológico, no hay ninguna parte de nuestro cuerpo que se haya ido
adaptando especialmente en nuestra evolución para la agresividad.
Aunque sabemos que hay ciertas partes en el cerebro (amígdala,
hipotálamo, corteza prefrontal) que al interactuar con ciertos
neurotransmisores (serotonina, monoamino oxidasa) y algunas hormonas
esteroides (testosterona, etc.) pueden producir un comportamiento
agresivo, también vemos que tampoco en el cerebro existe un sistema
neurológico específico diseñado para la violencia.
Toda
expresión agresiva, está ligada a un comportamiento altamente
contextual, ligado a lo cultural.
Como
grupo social LA ARMONÍA es
nuestra tendencia natural. Todos pretendemos llevarnos bien con
nuestros congéneres. Desde los primates a los humanos más
civilizados.
Si
los humanos hubiésemos evolucionado como agresores natos, si el uso
de la violencia fuera una parte esencial de nuestra naturaleza,
entonces la agresividad debería ser algo (un rasgo) que pudiera
identificarse y modelarse en los procesos evolutivos. También
debería haber pruebas de que los humanos (y nuestros parientes
primates) se valen a menudo de la agresividad, por encima de otros
tipos de comportamiento, para conseguir el apareamiento y otros
éxitos sociales.
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