Relacionarse
eficazmente con los demás no sólo consiste en saber qué decir o
qué hacer, sino también en saber cómo prepararnos mentalmente de
antemano. Con el fin de conseguir esto de la manera más efectiva y
afectiva posible, debemos aceptar que existen determinados derechos
que deben ser respetados.
•
Derecho
a cambiar nuestra manera de pensar.
•
Derecho
a equivocarnos.
•
Derecho
a no tener que justificar todo lo que hacemos.
•
Derecho
a no saber o comprender algo y por lo
tanto derecho a preguntar e indagar.
•
Derecho
a sentir y expresar emociones, constructivas
(positivas)
y destructivas (negativas).
•
Derecho
a no dejarse involucrar en los problemas de otro si no se quiere.
•
Derecho
a no hacer lo que otros quieren que hagamos.
•
Derecho
a ser juez de sí mismo y de las propias acciones, asumiendo
las consecuencias.
•
Derecho
a ser uno mismo sin estar obligado a comportarse en función de los
demás
En
el ejercicio de estos derechos, debemos aceptar que los demás
también tienen los mismos derechos. Si actuamos como si no los
tuvieran, debemos asumir nuestra responsabilidad y aceptar las
consecuencias.
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